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viernes, 29 de agosto de 2008

Tu maldito experimento

Fandom: Death Note.

Claim: Mello/Near.

Advertencia: Lemon, Yaoi.

Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece ni hay dinero para mi por emplearlos.

Nota: POV de Mello, escrito en primera persona.

Tu maldito experimento


¿Crees que no sabía que no tenía nada que ver ninguna exploración cuando me metiste en aquél armario y prácticamente me violaste?

Qué doble cara eres.

Me agarraste de la ropa como si fuera un salvavidas y me la arrancaste como si estuviera en llamas. Aún te debo un golpe por eso último, me gustaba esa camiseta. Ningún ciéntifico puede haber sido tan ansioso por descubrir carne masculina palpitando en sus manos, no pretendas que no me he dado cuenta del brillo demencial que pugnaba en tu mirada generalmente muerta.

Esa estúpida sonrisita de completa diversión, no podía reducirse a algo arrojado e impulsivo. No, era el gesto que esbozas cuando algo ha salido incluso mejor de lo que esperabas. A ti no te tomó desprevenido ninguno de los gemidos que nos provocamos mutuamente, te encantó escucharlos de mis labios a mi pesar, mientras tu mano fría viajaba a rincones de mi cuerpo que no le permitiría a otras personas.

Tú esperabas disfrutar de la experiencia, esperabas hacerme disfrutar de ella y cuando me rodeaste con las piernas, ofreciéndote como nunca antes lo has hecho, no pienses que no percibí el éxtasis luchar contra el dolor en tu rostro al hundirme en ti y tu rotunda negativa a reclamarme por más, porque fuera más duro, más fuerte, más rápido, al cabo de unos momentos. No abriste los labios más que para agarrarla contra mi cuello, torturándome con movimientos más bruscos y deliciosos de lo que hubiera imaginado jamás, impulsándote sobre mi cuerpo hasta juntar nuestras caderas y yo tenía que hacer un esfuerzo inmenso por no correrme en ese instante. Nunca comprendí a qué venía ese vano intento y en consecuencia me obligaba a cerrar la boca, porque no podía ser que yo fuera el único que se desinhibiera en esa situación.

Nunca supe exactamente qué sucedió ahí. Recuerdo que había empezado con forcejeos por dominar al otro -tú mostrando una fuerza que no hubiera sospechado-, quizá más actividad por parte de la lengua que por los labios y que tu boca tenía un curioso sabor amargo que recordé hasta después de cruzar la puerta del instituto por última vez. Era indescriptible la sensación de abrirme paso en tus entrañas y que estás se acoplaran a mi alrededor, mientras tu aliento ardoroso chocaba contra mi hombro al descubierto produciéndome un estremecimiento que me recorrió toda la columna. Y cuando mordí tu hombro impulsivamente, tú también temblaste en mis manos, echando la cabeza hacia atrás cual si tu gemido fuera un flecha disparada desde tu pecho hacia arriba y no te permitiera otra cosa. Incluso creo rememorar la sensación de algo húmedo deslizándose por mis piernas, proveniente de tu interior, la sangre que sólo miraste curioso más tarde, brillando en tus dedos a la luz de un oscilante foco sobre nuestras cabezas.

No me importa lo que hayas dicho más tarde, aun si era con tu ridícula cara de niñato distraido. No me interesa si viniste con cuentos de que sólo tenías curiosidad y yo te parecí un buen potencial para llevar a cabo el experimento. Conozco la verdad y me encargué justamente de hacértela saber, obligándote a gemir hasta que quedaras casi afónico. Ahora comprendo mejor por qué detenías la vista más de lo normal en ciertos chicos del instituto. En especial a mi, aunque nunca pensé que te tomarías semejantes libertades, y no es que tenga queja al respecto. Un niño bueno y callado es demasiado aburrido, éste otro muchacho al menos me entretiene.

Ahora me preguntó si no es que también planeaste eso, maldito embustero. ¿O te tomó por sorpresa cuando te busqué en las noches y me convertí en la razón de que cambiaras las sábanas de forma discreta en la mañana?

No, de ser el caso me habrías detenido sin dudarlo y tampoco habrías sonreído de esa forma al verme aparecer en el umbral.

Eso tampoco importa, porque al final puedo destrozar tu pared de orgulloso cuando quiera, o bien, dejarte a punto de llorar entre ruegos patéticos. Me preguntaba entonces quién se supone que ganaba; si yo, que te tenía deshecho de cansancio debajo de mi cuerpo, o tú, infeliz, que has conseguido disfrutar de cada embestida y cada choque de labios.

Al final diría que es un todos ganan o, en nuestro caso, todos gozan.

jueves, 28 de agosto de 2008

Tarea

Fandom: Sky High (Súper escuela de héroes)

Claim: Warren/Zach.

Advertencia: AU, Slash.

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece ni gano algún dinero con ellos.

Tarea

—Warren...—Por tercera vez en lo que iba de la tarde, Zach se vio incapaz de acabar su frase, a causa de la boca invasora que persistía en incluirlo en su juego de besos y caricias. No sin mucho empeño, el rubio apartó al héroe de sí—. Se supone que hacemos la tarea.

Era casi ridículo que él, la clase de chico que prefería un videojuego a un libro estuviera diciendo eso, en lugar de besarse como desaforado con su novio. Pero por esa último detalle es que había llegado a hartarse de oír los reclamos de la profesora Summers, la encargada de aleccionar a los “héroes de apoyo” de tercer año, y tenía el poder de hacer que uno se sienta una cucaracha si no se sabía la lección de memoria.

—También se supone que tú estás saliendo con Magenta—repuso Warren, trasluciendo cierto fastidio al fruncir el ceño.

Magenta. Hace casi un año había roto con ella –más bien, ella con él-, pero para la opinión pública seguían saliendo. La idea de mantener semejante fachada había sido de ella, solamente para alejar el mar de tontos que vivían invitándola a salir. Warren sabía que no había más sentimiento que el de amistad entre ambos, e igualmente no perdía la oportunidad de mostrarse disconforme con la situación. No que le importara el parecer de la gente acerca de su relación, por su parte podían seguir existiendo tanto en la ignorancia como que no-siempre estaba la opción de incinerar a los entrometidos-; lo que no le agradaba es que para salvar el teatro sus encuentros se vieran sumamente limitados, gracias a las múltiples ocasiones en que la chica hacía planes con el rubio para evitar hacer otros con personas indeseables.

—¿Otra vez con eso?—soltó Zach cansado de la misma cantinela, y al instante se arrepintió de abrir la bocaza.

Warren lo miró con el ceño fruncido un segundo y luego, resoplando, se levantó de la cama y recogió la mochila olvidada en el suelo.

—Discúlpame si no me interesa revisar un libro en lugar de aprovechar el tiempo perdido—espetó fríamente, azotando duramente la puerta de la habitación.

El rubio permaneció aturdido por un segundo, y, tras echar una mirada al libro de “Héroes legendarios; sus heroicos orígenes”, siguió el mismo camino del moreno. Cuando llegó hasta la sala de estar, se agarró de la manga de una chaqueta de cuero, justo en el momento en que Warren ponía una mano en el picaporte.

—Lo lamento—replicó Zach rápidamente—. Perdona por lo de antes, ¿sí? No quería hacerte enfadar.

—No me importa tu estúpido arreglo—espetó Warren duramente, sin aplacerse—. Lo único que pedía era una miserable tarde sin interrupciones y parece que a ti te da lo mismo. No sé para qué pierdo mi tiem…—esta vez fue Warren el asaltado por un par de labios.

Vio la expresión entre temerosa y ansiosa de Zach, esperando un empujón de su parte o una bola de fuego, pero todo lo que hizo fue tomarlo de los hombros y alejarlo de sí.

—Explícate.

—Puedo olvidarme de la tarea por hoy—dijo el rubio simplemente—. Incluso la de mañana y pasado mañana.

—Pasado mañana es sábado.

—Sabes a lo que me refiero—espetó Zach, enrojeciendo.

Durante un infinito segundo, Warren le escrutó los ojos calculadoramente. Al cabo, sonrió con malicia.

—Como gustes—replicó, dejando caer la mochila al tiempo que le tomaba de las caderas y lo empujaba paso a paso hacia las escaleras—. Entonces necesitaremos subir de nuevo…

Zach sólo devolvió el gesto un tanto turbado, pero se dejó llevar sin desprenderse del otro.

La pasión de Judas

Fandom: La Biblia.

Claim: Judas/Jesus.

Advertencia: Slash.

Disclaimer: Ningún personaje es mío.

Nota: Desde ya afirmo que no pretendo ni es mi intención ofender ninguna fe, el fic fue escrito por puro entretenimiento y sepan que me esforcé por hacerlo lo más tolerable posible, considerando de quienes se trataba.

La pasión de Judas

Judas apenas recordaba cómo había empezado. La fiebre que en esos últimos días lo había atacado le había impedido mantenerse plenamente consciente de todo cuanto pasaba. Estaban en la pequeña casa de una amable viuda, recuperando fuerzas para continuar con su peregrinaje. Afuera llovía y tronaba furiosamente, lo sabía por el sonido que llegaba a sus oídos y las gotas que se colaban entre el techo de paja, empapando gratamente su frente, ya húmeda a causa del sudor.

Sólo su maestro Jesús se encontraba con él, los otros discípulos cenaban todavía en la otra habitación y sus voces, aunque cercanas, eran difíciles de distinguir. Su maestro se encargaba de voltear el paño en su frente, refrescándolo, y exprimirlo a un lado de la cama de vez en cuando, para a continuación mojarlo en un cuenco del suelo y volver a colocárselo. De a momentos dejaba posar su áspera mano en esa zona, pero no salía de ella el agradable calor que lo envolvió cuando le fue concedida su gracia divina, sólo le transmitía el frío que se adhería a su carne.

Sus pensamientos le eran ocultos en el silencio verbal que llevaba y lo que menos le agradaba era su expresión angustiada, poco común en su semblante normalmente calmado. Quería preguntarle el porqué no le quitaba ese mal abrasador con su toque, pero la falta de saliva y su creciente atontamiento no le permitían formar frases coherentes. Su maestro debió notar sus dudas expresadas en sus ojos, porque en seguida le dedicó una media sonrisa tranquilizadora.

—Lo lamento, querido Judas—le musitó apaciblemente, siendo su voz una manantial que casi adormecía su molestia—. No puedo obrar fuera de la voluntad de mi Padre, ni siquiera para mis propios deseos.

No era la primera vez que lo decía, ni tampoco significaba una novedad para Judas molestarse por ello.

—Aunque hay algo extraño, parece que quisiera otra cosa—susurró el maestro como para sí, quitándole unos cabellos morenos de su frente suavemente y dejando la palma descansar ahí.

El contacto, frío por el ambiente pero vivo, era de cierto modo relajante para el discípulo y deseó que no se moviera, a pesar de que las gotas salpicaban sus parpados y mejillas al deshacerse en esa piel. Jesús lo secó con movimientos distraídos ayudándose de su otra mano y la manga de su ropa, delineando inconscientemente sus facciones, hasta que la yema de sus dedos rozó los finos labios y éstos se abrieron en un suspiro, sobresaltándolo.

A pesar de que Judas había sido criado en el seno de una mujer afectuosa, pocas veces había experimentado semejante sensación de intimidad. Sin embargo, no rechazó la cercanía e incluso le pareció agradable la vacilante caricia alrededor de su boca y luego en su mejilla afiebrada.

Creyó escuchar un tenue murmullo pidiendo que lo perdonara, antes de que la boca de su maestro lo cubriera delicadamente, como si temiera romperlo de otra manera. Era un beso dubitativo, un roce que esperaba alguna oposición de su parte, la más mínima señal de que no deseaba eso y él se apartaría dócilmente. Pero ninguna señal de esas sucedió, en cambio percibió el mentón de Judas alzarse hacia él, al tiempo que los labios pretendían envolver los suyos débilmente.

Lo cierto era que el convaleciente no estaba del todo seguro de lo que estaba haciendo, sólo registraba que había un calor ajeno a su fiebre en ese gesto y no deseaba abandonarlo. Jesús profundizó un poco más el beso ante su aceptación, aún de forma cautelosa, tanteando sus posibilidades, y, al cabo de un rato, él fue el que casi se echó hacia atrás cuando notó una lengua que lo buscaba insistente y una mano luchando por alcanzar su rostro para atraerlo más hacia sí.

A la mañana siguiente, Judas recordaba que había despertado con los rayos del sol dándole en pleno rostro y que se hallaba solo en la habitación. Su fiebre y malestar habían desaparecido por completo.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Tontas teorías

Fandom: Harry Potter.

Claim: Luna/Hermione.

Advertencia: Yuri/Femslash.

Disclaimer: Todo de J.K. Rowling, nada mío.

Tontas teorías

A pesar de que era sumamente evidente ante sus ojos, a Hermione no le gustaba llamar a la gente idiota. Por más que insistiera en buscar por debajo de las escaleras animalitos de nombres impronunciables y llevara extraños amuletos en la cabeza con los que prentendía atraerlos.

Ni aún cuando Luna le preguntaba ingenuamente las cosas más ridículas del mundo, desde por qué había decidido ponerse tal coleta en el cabello o por qué se le encrespaba tanto hasta el punto de parecer una melena de león.

-¿De verdad eso es algo que te interese, Luna?-replicó Hermione una tarde en la biblioteca, luego de haber oído la interrogante mientras intentaba acabar su trabajo para la clase de Trasnformaciones, esforzándose, sin ningún éxito, en no sonar mordaz.

Aunque casi al instante se preguntó para qué se molestaba, si de todos modos Luna jamás lo captaba. O era que estaba tan acostumbrada a que la cortaran así que ya no notaba la diferencia, quién sabe.

-Claro que sí-manifestó Luna sonando confundida, mientras, sin que la invitaran, tomaba asiento al lado de la castaña. Hermione, guardándose un suspiro de resignación, cerró su tintero. Al volver a mirarla, los saltones ojos azules parecían reflexivos-. Nunca he comprendido por qué la gente pregunta cosas para las cuales no quieren respuesta. Las palabras son algo muy valioso, ¿no es cierto? Entonces, ¿para qué malgastarlas de ese modo en lugar de decir las cosas que sí les importan? A mi me interesa saber si conoces la razón por la que tu cabello es así y te lo pregunto.

Parecía que en realidad quería una conversación y, siendo así, Hermione sabía que no había manera de detenerla sin mandarla a volar directamente, y ella nunca se atrevería a hacerlo.

Aunque ganas no le faltaban.

-No lo sé, Luna-respondió cansinamente-. Supongo que es porque mis padres me lo heredaron.

-No estaría tan segura-espetó Luna sin sonar brusca, observando un mechón que le colgaba al frente con expresión analítica. Siéntiendose un tanto nerviosa, Hermione se lo recogió detrás de la oreja fingiendo que no se había dado cuenta-. ¿No has oído murmullos o aplausos de ninguna parte?

Hermione de verdad quería ser paciente con ella, en serio que sí, pero sabiendo una de sus tontas teorías se le vendría encima, ese deseo se veía bastante débil.

-¿Por qué? ¿Porque piensas que alguna criatura que casualmente sólo tú conoces tiene que ver con el modo en que tengo mi cabello desde que nací?

Se hubiera arrepetendido mucho más de su tono brusco, si Luna hubiera hecho el menor gesto que delatara que lo había percibido. En cambio, por un momento lució sorprendida, acrecentando sin saberlo -o dándole lo mismo- su apariencia de lunática.

-No sabía que eras tan buena en Adivinación-comentó impresionada, y Hermione tuvo que hacer un esfuerzo colosal para no girar los ojos-. Creo que el Ichulguer Mangaro puede estar viviendo en tu cuero cabelludo-Luna confundió la mueca incrédula de Hermione, por una preocupada-. No es nada por lo cual temer, a decir verdad. Mi papá dice que no hacen nada a la persona a la cual se adhieren, más que enfatizar ciertas características que de otro modo serían normales.

Hermione recordó sus dientes de conejo, los cuales había cargado durante gran parte de su vida hasta que una maldición mal dirigida había contribuido a reducirlos. Pero desechó el pensamiento rápidamente, negando con la cabeza.

-¿Y se puede saber en qué te basas para no suponer que simplemente es cuestión de genética?-espetó sin poder resistirse, dirigiéndole a la otra una mirada irritada.

-Fácil- contestó Luna encogiéndose de hombros-. Las caracterísiticas que los Inchulguer acentúan siempre es para embellecerlas y pienso que tu pelo es bonito. Más que el de otras chicas con ese mismo estilo encrespado.

Por un momento no supo cómo reaccionar a eso. Por lo general le daba igual el aspecto que tuviese y hace mucho tiempo que había determinado que su cabello era un caso perdido, pero escuchar eso la había descolocado. Muchas bocas se habían quedado abiertas en el baile del año pasado, cuando apareció usando aquélla poción alisadora, y al día siguiente no había escuchado más que "te quedaba mejor antes" a su alrededor. Nadie le había dicho cómo se veía al natural, menos que se veía... bien.

Una patada mental y Hermione se percató de que las mejillas de Luna estaban sonrosadas -igual que las suyas, pensó azorada-, mientras en sus dedos giraba un mechón suyo. Tuvo el impulso de retirarse de esa cercanía, alejarse de esa Luna que seguía aproximándose con lentitud, como si fuera una planta con la que mejor tener cuidado; pero no pudo moverse. Su rostro le quemaba y sólo podía mirar la manera en que la rubia parecía ensimismarse en su cabello. Con extrañeza, se percató de que tenía unas pocas pecas alrededor de la nariz y que uno no podía notarlas a mayor distancia que esa.

-Sí, sin duda es cosa de ellos-dijo casi sin aliento, y, tras un parpadeo, dio la impresión de que finalmente se daba cuenta de la invasión al espacio personal y se apartó-. Disculpa, sólo quería comprobar si era suave- A Hermione se le hacía difícil creer que alguien pudiera decir tales frases con semejante naturalidad, a sabiendas de su tenue rubor-. Te sugiero lavarlo con shampoo de manzanas y mango. No hará que se vayan, pero evitará que exageren y la gente te mire más de lo necesario.

Entonces, sonriendo amablemente, la muchacha se levantó del asiento y se retiró del recinto sin esperar respuesta. Hermione parpadeó aturdida en su sitio, el sonrojo llevándola a pensar que hacía demasiado calor en esa biblioteca.

martes, 26 de agosto de 2008

El último adiós

Fandom: Harry Potter.

Claim: Salazar/Helga.

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece, todos son de J.K Rowling y quien le haya comprado los derechos.

Nota: Mil gracias a y0misma por el beteo y a Luna por su sugerencia de los guiones.

El último adiós

Cuando Salazar acaba de ordenar sus ropas -la mayor parte elegantes capas de terciopelo-, en su gran morral. Recorre con la vista la habitación, aquella en la que ha vivido durante más tiempo del que puede recordar -lo cual es extraño y desconcertante, porque siempre ha presumido de poseer una excelente memoria- , preguntándose si no es mejor llevarse esa espada que Godric le ha dado de uno de sus viajes al sur o ese libro de artes curativas de Rowena, ambos posados tranquilamente sobre su cama tendida para pensar en esa cuestión con calma. Es algo que se tiene que pensar detenidamente, si quiere cargar con recuerdos de la vida que tuvo en Hogwarts y la convivencia con los magos que ayudaron a contruirlo -recordar que ayudó a construirlo.

Al final bufa molesto consigo mismo. ¿Y a qué vienen esas estúpidas reflexiones? Mejor irse sin más de lo que siempre fue suyo o consiguió por su propia mano. Revisa fugazmente su equipaje; lleva un puñal encantado, capaz de encontrar el graznate de cualquier asaltante aun en la oscuridad; su varita, infinitamente útil para casi cualquier cosa, y lo que le fuera necesario en caso de que tener que hacer pociones. Sumado a la ropa y unas botas, determina que está listo. Amarra el nudo del bolso con una tira de cuero y se la carga al hombro, la vista al suelo para evitar contemplar el cuarto. Pero cuando se voltea hacia la entrada, descubre que ésta ya está bloqueada por una figura blanquecina.

Un par de ojos azules que lo miran angustiados, la mirada de un cielo en calma sobre el cual se avecina la tormenta. Los rizos dorados están desordenados mientras caen sobre los hombros delicados y rozan las redondeadas mejillas, como la caricia de una mano invisible. Una mano que en incontables veces ha sido la suya, para ahora reducirse a la imaginación. Por un momento parece que no quiere hablar, pero entonces reúne todas sus fuerzas en alzar su voz en algo que no suena más que un murmullo.

-Ya es definitivo, ¿no es cierto?-inquiere aunque es evidente que sobran las confirmaciones. Ha visto que el armario de Salazar está vacío y es Godric el aventurero, el hombre que debe acomodar y reacomodar sus pertenencias constantemente, no él. Slytherin nunca ha visto emocionante abandonar su madriguera, desplegarse lejos del sitio donde se siente en su hogar. En parte lo aprecia gracias a eso, porque le tranquilizaba la certeza de que no desaparecería al día siguiente.

A menos que ése ya no fuera su hogar.

-Deberías estar en la enfermería -responde él sin sonar frío-. Estás demasiado débil para andar paseando por ahí.

Salazar ya sabe que es inútil disuadirla. El camino entre su habitación y la enfermería es bastante largo, Helga ya ha empleado mucha obstinación para recorrerlo sola y ella no es la clase de persona que se esfuerza en trabajos para luego dejarlos de lado. Desde hace semanas que la bruja no está en su mejor estado, teniendo disminuciones repentinas de magia y desmayos súbitos, gracias a su rotunda negativa de emplear otras personas para probar sus pociones experimentales. Las plantas en las que ha volcado unas gotas de su caldero han florecido majestuosamente, liberando fragancias exquisitas que alientan a cualquier nariz a buscarlas, pero evidentemente el resultado no es el mismo si se trata de humanos. Siendo justos y sinceros, no ha sido totalmente su culpa, ella no ha tenido manera de saber que era alérgica a ciertas combinaciones de hierbas hasta que las probó.

Un largo tiempo de reposo y una cuidadosa dieta la repondrá, sólo es cuestión de paciencia. Pero a nadie le gustan las despedidas pacientes, que se alarguen más y más hasta que todo se vuelva una tortura.

-Ni siquiera ibas a despedirte-acusa ella suavemente, tan cándida como un sol de un día nublado, apoyándose sobre el marco de la puerta- y eso no te importa.

Salazar no puede evitar pensar que es hermosa, ahí plantada, llevando un fino camisón que sólo debeía ser mostrado dentro de la habitación, los pies sonrosados asomando por el borde de la tela y los pechos alzándose como en su primera primavera. No es una damisela joven, pero no tiene nada que envidiarle a ninguna, sino al contrario.

Y sin embargo, agrega mentalmente, también posee la estupidez de una niña.

-¿De qué habría servido?-espeta empleando ese tono práctico que usa para decirle a Godric que su plan es una tontería-. Ya estás aquí de todos modos.

Lo cual ha querido evitar, porque no quiere afrentar semejante situación. ¿De qué valen las palabras cuando el resultado es el mismo? ¿Qué puede importar decirle lo mucho que había disfrutado cada beso dado a luz de la luna, poseer su cuerpo y oír sus risas alegres, su expresión somnolienta de perfecta calma, si al final él iba a alejarse de esos placeres?

En ocasiones, no logra reaccionar ante esa bruja infantil y amable, siempre dispuesta a sonreír abiertamente, jamás de medio lado o con sarcasmo, y llorar sin la menor vergüenza. Y por eso es le inquieta más su actitud de ahora, pues es la primera vez que la ve sufrir sin lágrimas.

¿Cuántas veces has imaginado esto para que ahora sólo te resignaras, Helga? ¿Hace meses atrás, cuando finalmente quedamos en común acuerdo en que era tiempo de abrir el colegio y quedó de manifiesto que no concordábamos en nuestros estándares para los alumnos? ¿Luego de la primera discusión a gritos, luego de la segunda, en la que poco faltó para que Godric me destrozara a golpes enfurecidos?

Es casi irónico que ella sea la única que lo busque llevando una mirada suplicante, ya que su mayor iniciativa es la educación mágica para todo aquel que la quisiera. Debe ser la que más lo desprecie, debe ser reprobación lo que encuentre en su rostro, en lugar de una pena largamente cargada.

-¿Ya tienes adónde ir?

Ahora sí, un brillo acuoso apareciendo en sus ojos. Ya era hora.

Haperdido demasiado tiempo, primero pensando en los presentes que al final es evidente no llevará y ahora en una conversación que no tiene ningún sentido. Salazar se adelanta unos pasos, hasta casi tocar la nariz de la bruja, pero ésta se mueve a un lado suavemente, sin mirarle. Aun así, sin oposición para moverse, él se queda ahí contemplando su cabeza gacha. Parada y firme, su mirada no sobrepasaba sus hombros, para besarle suele agarrarlo de ellos para obligarle a bajar a su estatura y adelanta los labios para atrapar los suyos impulsivamente.

Es imposible no mirarla, imposible hacerlo y no querer probar la suavidad de su cabello. Incluso para Salazar, es imposible no tomar suavemente de su mentón e impulsarla -no obligarla, sería un crimen obligar a una flor a ver el cielo oscuro- a observarle directamente.

-Lo lamento- ¿Pero qué lamentaba? ¿Que ninguno escuche sus propuestas acerca de la selección de los alumnos? ¿Que ella se escandalice por la mera idea de negar el acceso a magos sólo por no ser sangres puras? ¿Por qué ha dicho algo tan tonto y sólo puede pensar en que detesta verla llorar?

¿A quién pretendes engañar con tus dudas? Sabes perfectamente por qué.

Pero Helga, con toda su luz y delicados hilillos salados resbalando por su rostro, a veces es más inteligente que Rowena. Y únicamente cuando responde, sonriendo débilmente, entiende que estará bien.

-Yo también.

Entonces no es la serpiente la que se aleja, la que camina con pasos tambaleante e inseguros por el pasillo sin mirar atrás, en dirección a la enfermería.

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