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miércoles, 22 de octubre de 2008

Interesante

Fandom: Harry Potter.

Claim:
Blaise/Theodore.

Disclaimer:
El mundo y sus personajes son de J.K Rowling, yo sólo poseo la idea y el fic.

Resumen:
Blaise se pregunta qué cosas le pueden interesar a Nott.

Nota: Gracias a y0misma por el mini beteo. Le dedico este fic a ella como un regalo de agradecimiento y amistad.


Interesante


En un principio, cuando Blaise descubrió que compartiría habitación con ese chico silencioso, además de Draco, Crabbe y Goyle, pensó que sólo le sería indiferente, y por un largo tiempo, no hubo motivo para que se corrigiera, dado el poco interés del joven en prácticamente todo y el que las únicas conversaciones que tuviera con él fueran únicamente de casualidad.

Sin embargo, inevitablemente, llegó un momento en que empezó a intrigarlo su patente abulia. No le era sorprendente que éste no prestara atención a la campaña "odiemos a los leones y sobre todo a Potter" de Draco, ya que él mismo lo consideraba aburrido al no haber ningún beneficio más que en el aumento en el ego del rubio. En eso ambos se entendían, más cuando se encerraban en sus propios mundos e ignoraban todas esas párrafadas insidiosas.

Sin embargo, esa vaga conexión no era suficiente. A él lo animaba el Quidditch, Transformaciones, Pociones y -en quinto se dio cuenta de éso- los chicos. Lo último por sobre las otras cosas, porque sólo bastaba la aparición de un buen ejemplar ante sus ojos y ya casi podía olvidarse de que tenía un tintero en mano y de que, si seguía inclinándose para atisbar mejor, iba a terminar arruinando los apuntes de Pansy.

Pero notablemente no era lo mismo en el caso de Nott. En los partidos de Quidditch lo veía leyendo algún libro suyo, tratando de ignorar los constantes empujones de sus compañeros y sin siquiera tratar de unirse al griterío popular; en las clases escribía, escuchaba y, después de Draco -y la sangre sucia-, resultaba ser de los mejores estudiantes, pero no tenía ese entusiasmo por ir más lejos que caracterizaba la pasión por la materia.

No reía con chistes, no se alteraba por aparentemente nada, y uno podía contar con la mano las veces que se había acercado a hablar con alguien y le sobrarían dedos. El muchacho se convirtió en un misterio que poco a poco empezó a tener importancia en el estatuto de sus prioridades -luego de procurar encontrar un buen polvo, naturalmente, pues no podía ser que hubiera mil adolescentes a su alrededor y él no lo aprovechara; la mera idea era inconcebible-. Y, como suele pasar con los observadores de dragones, mientras menos interés mostraba Nott -no sólo por Draco, que difícilmente podía ser ignorado, si no por él que, modestia aparte, se consideraba alguien digno de atención-, más le intrigaba.

Esa tarde lo encontró en su cuarto, sentado con las piernas cruzadas en su cama, leyendo, como siempre. Se suponía que ambos debían estar en las gradas de Slytherin, animando al equipo de Draco a ganar y desgarrándose las gargantas en proceso, pero a Nott siempre le había dado igual quién se llevara la copa y en esa ocasión Blaise no quería que Nott le diera igual. Le molestaba la idea de ausentarse en semejante evento, pero sabía que pocas eran las oportunidades en que podría encontrar la habitación tan vacía y odiaba aun más perder una oportunidad cuando se le presentaba en bandeja de plata.

Blaise se preguntó si Nott le enviaba un mensaje mudo para mandarlo a volar, o simplemente le importaba más su lectura, pero cuando se sentó frente a él, hundiendo el colchón bajo su peso, ni alzó la mirada ni la separó de la línea que seguía. No se dejó afectar y habló como si se lo acabara de encontrar en el mercado.

-Y dime, Theo, ¿te gustan los chicos?

Blaise sonrió al pronunciar estas palabras. Sus amantes temporales podían decir un montón de cosas -la mayoría estupideces sobre por qué no volvió a verlos o qué hacía con tal chico-, pero ninguno podría afirmar que se iba por las ramas.

Nott pasó a la siguiente hoja de su libro y sus ojos se clavaron en ella.

-No creo que eso te importe -contestó en tono monocorde.

"No ha dicho que no", pensó Blaise, sólo ligeramente sorprendido pero complacido. Y estaba seguro de que Theo no era de los que no iban al grano.

-Por el contrario, me importa -replicó con una sonrisa-. Si es que algún día todas las hormonas se te acumulan y quieres violarme, pienso que tengo derecho a saber de antemano que la posibilidad existe.

Incluso Blaise se percató de que quizá se había pasado y se sintió momentanéamente desconcertado por su osadía, pues por lo general hacía uso de ella cuando buscaba algo más que una conversación con su acompañante, pero aun así no se arrepintió de sus palabras. Quizá lo haría si temiera que Nott le podría contar a otros -él, tratando de ligar con el empollón asexuado de Theo, que le hizo un desaire sin miramientos, qué risa-, mas pronto recordó dos detalles; uno, Nott no podía tener una mera noción de cómo le hablaba a sus futuros amantes y dos, ¿a quién le hablaba Nott que no fuera por pura necesidad?

Nott, sin sonrojarse o perder la calma, se inclinó con naturalidad en la cabecera de su cama, poniendo el libro sobre una rodilla. Blaise se fijó en que las aletas de su nariz se habían abierto de forma tenue y que de repente la pierna extendida ya no le parecía tan relajada. No solía prestar atención a semejantes gestos, pero vistos en alguien que jamás había mostrado ninguno era como si estuvieran resaltados con flechas. "Aquí el chico se ha afectado, has dado en el blanco", indicaba la flecha que señalaba los ojos, los cuales continuaban pegados en el libro, sin leerlo.

-Pareces muy seguro al suponer que tú serías mi primera opción.

"Touché". Esa respuesta descolocó un tanto a Blaise, aunque se apresuró en aplacarse. Si así era como Nott quería jugar, le parecía perfecto. No se había enfrentado a muchos retos en su vida, pero no iba a despreciar uno cuando se le presentara.

Decidió ir un poco más lejos.

-Bueno, tomando en cuenta que hay veces en las que no me quitas los ojos de encima -comentó despreocupadamente, atento a la reacción del otro. Nunca había visto que hiciera tal cosa, pero a veces un manojo de mentiras atraía un manojo de verdad-, yo diría que tengo buenas razones. Excelentes, al decir de cualquiera.

Súbitamente incómodo, Nott se echó un poco más hacia atrás, como si quisiera refugiarse en la escasa sombra, tratando de disimular su breve sonrojo. Se quedó perplejo ante esto, ya que en realidad no se había esperado que Nott lo observara de esa forma. Lo más desconcertante es que él no se hubiera dado cuenta antes. Ni siquiera había estado seguro de que el muchacho compartiera sus gustos antes de lanzar la pregunta inicial; lo había hecho simplemente para presenciar cómo reaccionaba y si lograba afectarlo de algún modo, no para que se lo confirmara.

Y era tímido, eso también saltaba a la vista. Podía aparentar toda la frialdad e indiferencia que quisiera, pero con él, que a efectos prácticos podía considerársele su amigo, era incapaz de hablarle claro. De pronto se preguntó si no sería mera timidez lo que lo hacía aislarse de la gente. O -y al pensarlo se sintió aun más estupefacto- si sólo ante él la mostraba.

El silencio repentino de la habitación lo hizo darse cuenta de que no sabía cómo proseguir. Continuar atacando, buscando que soltara la sopa, parecía algo completamente fuera de lugar ahora -cosa nueva para él, que ya se había llevado a la cama a más de un chico tímido-. Permaneció quieto en su sitio, aun cuando Nott se relajó nuevamente, retomadas las fuerzas para soportarlo con estoicismo, y ya no quiso seguir con el juego. No había motivos -al menos en ese momento pensó que no había-, sencillamente no quería jugar.

-Nos vemos, Theo -dijo con una media sonrisa, dirigiéndose a la puerta tranquilamente, como si nada hubiera pasado ahí (y en realidad, nada sucedió), para luego cerrarla con un rechinido que sonó tres veces potenciado en la habitación.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Potter dominado

Fandom: Harry Potter.

Claim: Draco/Harry.

Disclaimer: Los personajes de J.K. Rowling, no míos.

Advertencias: Lemon, Sadomasoquismo, Tortura.

Potter dominado

A Draco le gustaba la sensación de poder que tenía sobre las personas. Le gustaba que éstas reaccionaran a un mero movimiento suyo, aunque no siempre fuera la reacción que deseaba. Cuando se esperaba el resultado, lo calculaba y salía a pedir de boca, eso era lo que más le encantaba.

Algunos envidiosos podrían argumentar que esto se debía a lo terriblemente consentido que lo tenían sus padres, dedicándole sin mezquinar las muecas más estúpidas que el mundo mágico jamás verá otra vez, dándole todos los lujos dignos del más precioso príncipe sobre la tierra y cumpliendo cada capricho que pasara por su rubia cabeza, todo con tal de tenerlo contento. Y quizá tuvieran algo de razón, pero Draco prefería decir que no era su culpa si sabía lo que quería y no carecía de las agallas para buscarlo.

Características que Harry aprendió muy bien en los años que llevaban juntos. Él podía ser un héroe de guerra y uno de los aurores más cotizados en el mundo mágico, incluso podía tener el privilegio de estar arriba una que otra vez. Pero si Draco quería ser el amo y señor de la cama, ninguna medalla, reconocimiento o palabra le sacaría la idea de su mente hasta que se hallara hundido en lo más profundo de su interior, arrancándole tales gemidos que bien podrían ser gritos.

Esa noche, si ver a Draco aparecer caminando desnudo con la varita en mano no le fue suficiente prueba de lo que vendría, a Harry se le despejaron las dudas al ver su expresión viciosa, la sonrisa ladina de un tramposo a punto de desembolsar todo el dinero. Aunque obviamente no era dinero lo que buscaba, como le hizo notar al dejarlo en cueros con un simple movimiento de varita. El moreno no se había sorprendido mucho y en cambio sintió un calor llameante en su rostro en el momento en que el rubio se acercó a paso felino hasta la cama, subiendo hasta quedar a centímetros de su rostro.

—Hoy tengo ganas de jugar, Potter—anunció el rubio adelantándose todavía más, golpeándolo ligeramente con su frente para que se recostara. En esa posición se subió hasta posar las manos sobre sus muslos—. ¿Tienes idea de cómo?

No le dio tiempo a contestar de ninguna manera; un destello de plata, brillando a la luz de la chimenea y Harry apretó los dientes al percibir el rápido viaje que hizo un puñal encima de su pecho. En el momento el arma regresó a su forma de varita, mientras un dedo pálida recorría la fina línea de sangre que empezaba a derramarse y luego se lo acerba a los labios para probarla obscenamente.

—¿Acaso tienes parientes vampiros?—inquirió Harry, como todas las veces en que lo había visto hacerlo, sonriendo, ya no queriendo disimular lo excitante que era la idea de follar con semejante vampiro.

—Ya quisieran ellos relacionarse conmigo—dijo el rubio bajando la cabeza, para repasar con su lengua el camino rojo, arrancando un ligero estremecimiento en el moreno. El tacto era áspero y parecía que a su paso quería abrir aun más la herida—. Te encanta.

—Para nada—respondió echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en la cabecera. Se imaginaba el rostro de Draco como un asesino inmortal, la sangre escurriéndosele por las comisuras de la boca sonriente mientras lo observaba de forma predadora. Él era la presa, el cazador a manos de la bestia.

—¿Ni esto?—preguntó inocentemente -palabra rara para describir una acción de Draco-, perforando la piel en forma horizontal con la hoja de plata, cerca del brazo izquierdo.

En esta ocasión Harry sintió casi como una liberación el que la sangre se derramara. Se estremeció expectante, sintiendo esa lengua de gato -gato, serpiente, qué importaba- lamiendo de sus heridas abiertas, acariciando el miembro erecto con una mano mientras la otra jugueteaba sobre la piel del cuello, haciéndolo sentir el metal dispuesto a penetrar en su carne.

Lente, tortuoso, la mano de abajo subía y abaja por la extensión de la piel sensible, jugando de a momentos con los testículos sólo por la diversión de verlo enrojecer velozmente, perdiendo la respiración y la paciencia. Había cerrado los ojos para ser más consciente de las sensaciones que embargaban su cuerpo, y aun así podía visualizar cada gesto en el rostro de Draco, su expresión lasciva cuando tiró de sus piernas para obligarlo a acostarse y luego su sonrisa cuando se colocó a horcajadas sobre su estómago.

Una de las cosas más sorprendentes del rubio, es que tenía un dominio increíble en su trasero, logrando que la abertura atrapara momentáneamente el miembro de Harry sin acercarse siquiera a su entrada. Arriba, abajo, apoyando las manos sobre su pecho maltratado y llevándolo al límite de su delirio.

Quería levantar los brazos y hundirse en él de una sola vez, se moría por hacerlo, pero no podía. Draco sólo estaba jugando a tentarlo, y cualquier intento por pasar por encima de sus deseos sería duramente castigado -lo cual, dicho sea de paso, no veía nada mal, aunque, ¿dónde estaría el juego si perdía su papel?

—Dilo, Potter—insinuó con voz siseante; no arrastrando, si no acariciando cada sílaba pronunciada como si fuera una cosa exquisita—. Dilo.

—Fóllame. Ya. Hijo de puta—Harry sintió sus palabras como un pan imposible de masticar, levantando las piernas.

—No me da la gana todavía—contestó Draco petulante, y velozmente se apartó para obligarlo a estarse boca abajo en la cama, ignorando el siseo de dolor que emitió Harry al sentir la tela en contacto con su pecho. En esa posición el rubio le agarró de las caderas y las elevó hasta dejarlo arrodillado, sin encontrar resistencia de su parte.

Un dedo invasor se coló fugazmente por su ano, pero salió casi de inmediato, llevándolo a soltar un tenue quejido que tampoco significó nada para el otro.

—Disculpa, no creo haberte oído bien antes—susurró palpando su trasero con ademanes bruscos, agarrando piel para luego soltarla rápidamente—. ¿Me has llamado cómo? ¿Dios Draco? ¿Amo?

—Hijo de puta—respondió sonriendo, visualizando las facciones pálidas relajarse en pura complacencia.

—Respuesta equivocada—y entonces le propinó una sonora nalgada que pareció resonar en las paredes, y al mismo tiempo Harry sólo fue consciente del ardor en esa zona, gimiendo levemente. Ni siquiera se percató de la lagrimilla que se perdió entre los pliegues de la almohada, signo de su frustración y dolor—. ¿Cómo se dice?—inquirió metiendo y sacando velozmente un solo dedo, un espejismo burlesco de lo que realmente le hubiera gustado que le metiera.

—Fóllame—repitió en cuasi exigencia, comenzando a desesperarse.

Se retorció adolorido cuando la varita transformada le rajó la espalda. El dolor lacerante lo estremeció y quiso encogerse en la cama, pero Draco lo sostuvo para que se mantuviera en esa posición.

—Fóllame—dijo sabiendo que eso más bien había sonado a suplica y sin importarle. Deseaba sentirlo dentro de él, también rompiendo el interior de su cuerpo como en el exterior.

—Como quieras—aceptó colocándose justo detrás de él, y penetró de una sola embestida, provocándole un grito ahogado de dolor, pues desde hacía tiempo que no estaba abajo y ni siquiera había tenido preparación previa.

No estaba aliviado, sólo podía pensar en el dolor y la potencia de éste. Escuchó a medias un comentario acerca de lo estrecho que estaba, sobre que era tiempo de ponerle arreglo a eso y Draco salió apenas un poco, para después asestarle otra estocada de su miembro. Duro, besos que se regodeaban en su sangre -la repentina aparición de dientes apretando, impulsando el elixir rojo a escapar- y el aliento caliente del rubio reconfortándolo, sólo para continuar con el movimiento, sin darle oportunidad a acabar su última exhalación.

¿Era sangre lo que se sentía cálido y líquido arrastrándose por sus piernas o su propia excitación? Un poco más atrás y el golpe dio justo en el blanco, a la vez que otro corte se daba en la altura de sus hombros, soltando finalmente las lágrimas, retazos salados de lo que significaba su placer y su tortura. Draco para afuera, desgarrando la zona baja de su espalda con la varita, y luego adentro, envolviéndolo en una bruma de éxtasis indefinido.

No sabía que estaba pidiendo por más, mientras se sucedían más y más heridas, pero no importaba mientras siguiera contando con ese momento de delirio donde ya no importaba mostrar un papel, recordar lo amargo por saberse sucumbido por completo. ¿Y a quién le podían importar esas menudencias cuando tenía una polla activa para sí?

En esos momentos no podía afirmar nada menos que le daba igual si Draco quería ser el dominante todos los días de su vida, pero que nunca dejara de follarlo de esa manera, pendiendo su cordura entre el dolor y el placer, la rabia y la expectación.

Un grito cuando el arma fue más profundamente al atravesar su columna, un jadeo cuando abandonó su trasero casi por completo y finalmente un ruego al ser llenado. Más, más, más. Y todo de nuevo, como si estuviera escrito que acabaría en esas tres fases; dolor, deseo y alivio.

Él hubiera acabado primero, pero Draco se inclinó para rodear su hombría de modo que le fuera imposible hacerlo, dejando que los testículos oscilaran en torno al puñal ensangrentado sin lastimarlos, mientras continuaba gimiendo contra su espalda y desgarrando cualquier velo de lógica inconsciente. Así fue como él terminó en su interior, emitiendo un gemido ronco que dio encima de una herida.

—Mierda…—sollozó impotente, y el rubio lo liberó, permitiéndole la liberación de toda su esencia contenida. Se sintió desmayado aún antes de caer sobre las sábanas.

Draco se acostó a su lado, jadeando, los ojos plata cual dagas asesinas entrecerrados con cansancio. Quedaban cara a cara y la luz de la chimenea casi ocultaba la porción de piel más próxima a la almohada.

No tuvieron tiempo ni fuerzas para decirse nada antes de que todo se volviera negro para ambos. Una mano de Draco posada confiada sobre su cintura, un pie de Harry encontrando compañía con los de su pareja.


Fotos indeseables

Fandom: Drake & Josh.

Claim: Drake/Josh. Megan.

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece ni gano algún dinero por escribir esto.

Advertencias: Slash. AU. ¿Demasiado crack?

Fotos indeseables

La habitación parecía, a todas las luces, el testigo de una batalla campal. Por donde se mirara había objetos desperdigados por el suelo sin el menor orden, y desde la puerta un espectador podría ver el vuelo ocasional de alguna prenda de vestir convertida en una bola, lanzada con toda la intención de golpear un objetivo que milagrosamente logró escapar.

Los gritos también se hacían oír desde el pasillo, llenos de reproches, recriminaciones y finalmente súplicas que casi sonaban desesperadas. Sin embargo, era difícil entenderlas puesto que se veían combinados con el sonido de objetos no del todo resistentes estrellándose contra las paredes o el piso.

Josh ciertamente no quería estar en medio de semejante situación, pero mientras tropezaba en su afán por evitar los proyectiles, su primer impulso consistía en aplacar a su hermano, antes de que se le ocurriera que su computadora bien podría romperle el cráneo a su gusto.

—Drake, por lo que más quieres, entiende que yo no tuve que ver—intentó aducir, mientras hacía aspavientos con las manos para no caerse sobre una pila de pantalones, en su intento por esquivar una camiseta.

—No me vengas con estupideces, Josh—espetó Drake enfurecido, tomando una almohada de la cama de su hermano. Pocas veces se le había visto tan furioso, con los pelos alborotados sobre el rostro colorado de ira y resoplando fuertemente; tal visión no hizo si no poner más nervioso al otro, el cual tragó saliva con dificultad—. ¿Entones qué se supone que hacía esa foto de ti y esa chica besándose en mi casillero?

—¡Te juro que no tengo idea!—exclamó el moreno lanzándose al abrigo del sofá, en el momento en que la camiseta enrollada volaba en su dirección. El golpe quizá le hubiera dolido al ser detenido por los antebrazos, pero el suelo estaba cubierto por sábanas que amortiguaron su caída—. ¡Ni siquiera sé quién era esa chica! ¡Jamás la había visto en mi vida!—comenzó a arrastrarse por el suelo como militar en campo de entrenamiento, buscando la suela de los zapatos de Drake para poder evitarlo.

—Excelente, Josh, muy bien dicho—dijo la voz de su hermano sobre él y Josh se volteó temeroso desde abajo. Encontró el cuerpo de su hermano contemplándolo arriba del sofá, esta vez con un bate en mano—. Decir que te has besado con una total extraña es mil veces mejor que con una conocida.

Josh apenas si tuvo tiempo de salir rodando a un lado, antes de que el arma lo alcanzara. Drake se tambaleó ligeramente al hundir su brazo en su dirección, pero se recompuso de inmediato para saltar al frente. Sin darle oportunidad a reaccionar, tomó al moreno por el cuello de su camisa, obligándolo a levantarse, y lo zarandeó bruscamente.

—Drake...—trató de calmarlo sosteniendo sus manos, sin lograr desasirse de él pues se estaba mareando—, no he besado a nadie más que a ti. ¿Cómo...quieres que te lo diga?

—¡Mentiroso!—vociferó arrojándolo sobre el mueble al cual se había subido, empezando a propinarle los golpes que deseaba realizar desde que viera aquella infame imagen.

Atrás de ellos, sin que ninguno lo notara, una minúscula lente brilló cerca de la ventana, siendo un testigo mudo del momento en que empezaron a revolverse uno contra el otro. Conectado a ese pequeño aparato, un cable descendía un piso hasta unirse finalmente a la pantalla de plasma en la habitación de Megan, la cual observaba sonriente la escena desde su cama, computadora portátil en sus piernas. No podía escuchar lo que se decían, aunque no le hubiera costado nada hacerlo, pero en esa ocasión no importaba porque todo lo que necesitaba era en las posturas de lucha que practicaban.

Hablaba por teléfono, intercambiando palabras con una vendedora que, sabía, estaría más que satisfecha con el material que le iba a proporcionar. Sí, que todo salía bien; no, que no tardaría en tener todo listo; que sí, iba a ser tan "slash" como ella lo había pedido.

—Entonces te los entrego mañana, cuando les haya hecho los ajustes que querías—se despidió finalmente con una sonrisa satisfecha, para luego volver su atención a la computadora, donde vio que Josh respondía tan rudamente como le era posible a los ataques del castaño.

Era tan fácil controlar a esos dos. Reconocía, en una pequeña parte de su mente, que podría haber hecho las cosas mucho más sencillas. Esperar hasta el siguiente sábado en la noche o cualquier día de la semana en que viera que uno de sus hermanos abandonaba su cama habitual, pero al siguiente momento se dijo que no hubiera sido ni la mitad de divertido y nuevamente agradeció la existencia del Photoshop.

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Llevaban horas en la misma lucha y finalmente el puño de Drake falló en dar contra la mejilla de su hermano. En cambio, jadeando y agotado, se dejó caer sobre su pecho para recuperar la respiración.

—Tiempo fuera—musitó con la garganta seca, cerrando los ojos.

—De acuerdo—concordó Josh suspirando, bajando los brazos con los que pretendía defenderse, dejándolos caer a los lados. Los golpes no le habían hecho mucho daño gracias a ellos.

Todavía estaban encima del asiento y, aunque se suponía que estaban en una pelea, el moreno reconoció que el pelo del otro olía bien. El peso tampoco era tan desagradable, pero le hubiera gustado que quitara la rodilla de su riñón.

—Oye, Drake...—llamó cansado, esperando que no se hubiera dormido.

—¿Qué?

—Lo que te dije antes era cierto. No he estado con nadie aparte de ti.

Drake movió la cabeza ligeramente contra su pecho, volteando a otro lado. No podía verle la cara para comprobar lo que pensaba; su cuerpo se había relajado por completo.

—Lo sé, Josh. O debería saberlo. Se me hacía curioso que hubieras estado con una chica tan linda que yo no conociera.

El moreno torció los labios disconforme, pero se guardó de comentar que no tenía por qué conocer a todas las bellezas de la cuidad. En cambio, espetó:

—¿Entonces por qué hiciste todo esto?

—No lo sé. Supongo que me volvió loco la idea de verte con otra.

—¿Supones?—inquirió Josh irónico, haciendo un vago gesto para señalar la habitación destrozada. Al no recibir respuesta alguna, continuó hablando—. ¿Estamos bien?

—Sí, lo que sea—respondió acomodándose mejor, abrazando ligeramente los costados de su hermano—. Ahora déjame descansar un rato y luego te demostraré la razón por la que no necesitas ninguna chica en tu vida.

—No si yo te la demuestro a ti—replicó Josh sonriendo, pero se dejó arrastrar por el cansancio, envolviendo su cuerpo con los brazos.


viernes, 29 de agosto de 2008

Tu maldito experimento

Fandom: Death Note.

Claim: Mello/Near.

Advertencia: Lemon, Yaoi.

Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenece ni hay dinero para mi por emplearlos.

Nota: POV de Mello, escrito en primera persona.

Tu maldito experimento


¿Crees que no sabía que no tenía nada que ver ninguna exploración cuando me metiste en aquél armario y prácticamente me violaste?

Qué doble cara eres.

Me agarraste de la ropa como si fuera un salvavidas y me la arrancaste como si estuviera en llamas. Aún te debo un golpe por eso último, me gustaba esa camiseta. Ningún ciéntifico puede haber sido tan ansioso por descubrir carne masculina palpitando en sus manos, no pretendas que no me he dado cuenta del brillo demencial que pugnaba en tu mirada generalmente muerta.

Esa estúpida sonrisita de completa diversión, no podía reducirse a algo arrojado e impulsivo. No, era el gesto que esbozas cuando algo ha salido incluso mejor de lo que esperabas. A ti no te tomó desprevenido ninguno de los gemidos que nos provocamos mutuamente, te encantó escucharlos de mis labios a mi pesar, mientras tu mano fría viajaba a rincones de mi cuerpo que no le permitiría a otras personas.

Tú esperabas disfrutar de la experiencia, esperabas hacerme disfrutar de ella y cuando me rodeaste con las piernas, ofreciéndote como nunca antes lo has hecho, no pienses que no percibí el éxtasis luchar contra el dolor en tu rostro al hundirme en ti y tu rotunda negativa a reclamarme por más, porque fuera más duro, más fuerte, más rápido, al cabo de unos momentos. No abriste los labios más que para agarrarla contra mi cuello, torturándome con movimientos más bruscos y deliciosos de lo que hubiera imaginado jamás, impulsándote sobre mi cuerpo hasta juntar nuestras caderas y yo tenía que hacer un esfuerzo inmenso por no correrme en ese instante. Nunca comprendí a qué venía ese vano intento y en consecuencia me obligaba a cerrar la boca, porque no podía ser que yo fuera el único que se desinhibiera en esa situación.

Nunca supe exactamente qué sucedió ahí. Recuerdo que había empezado con forcejeos por dominar al otro -tú mostrando una fuerza que no hubiera sospechado-, quizá más actividad por parte de la lengua que por los labios y que tu boca tenía un curioso sabor amargo que recordé hasta después de cruzar la puerta del instituto por última vez. Era indescriptible la sensación de abrirme paso en tus entrañas y que estás se acoplaran a mi alrededor, mientras tu aliento ardoroso chocaba contra mi hombro al descubierto produciéndome un estremecimiento que me recorrió toda la columna. Y cuando mordí tu hombro impulsivamente, tú también temblaste en mis manos, echando la cabeza hacia atrás cual si tu gemido fuera un flecha disparada desde tu pecho hacia arriba y no te permitiera otra cosa. Incluso creo rememorar la sensación de algo húmedo deslizándose por mis piernas, proveniente de tu interior, la sangre que sólo miraste curioso más tarde, brillando en tus dedos a la luz de un oscilante foco sobre nuestras cabezas.

No me importa lo que hayas dicho más tarde, aun si era con tu ridícula cara de niñato distraido. No me interesa si viniste con cuentos de que sólo tenías curiosidad y yo te parecí un buen potencial para llevar a cabo el experimento. Conozco la verdad y me encargué justamente de hacértela saber, obligándote a gemir hasta que quedaras casi afónico. Ahora comprendo mejor por qué detenías la vista más de lo normal en ciertos chicos del instituto. En especial a mi, aunque nunca pensé que te tomarías semejantes libertades, y no es que tenga queja al respecto. Un niño bueno y callado es demasiado aburrido, éste otro muchacho al menos me entretiene.

Ahora me preguntó si no es que también planeaste eso, maldito embustero. ¿O te tomó por sorpresa cuando te busqué en las noches y me convertí en la razón de que cambiaras las sábanas de forma discreta en la mañana?

No, de ser el caso me habrías detenido sin dudarlo y tampoco habrías sonreído de esa forma al verme aparecer en el umbral.

Eso tampoco importa, porque al final puedo destrozar tu pared de orgulloso cuando quiera, o bien, dejarte a punto de llorar entre ruegos patéticos. Me preguntaba entonces quién se supone que ganaba; si yo, que te tenía deshecho de cansancio debajo de mi cuerpo, o tú, infeliz, que has conseguido disfrutar de cada embestida y cada choque de labios.

Al final diría que es un todos ganan o, en nuestro caso, todos gozan.

jueves, 28 de agosto de 2008

Tarea

Fandom: Sky High (Súper escuela de héroes)

Claim: Warren/Zach.

Advertencia: AU, Slash.

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece ni gano algún dinero con ellos.

Tarea

—Warren...—Por tercera vez en lo que iba de la tarde, Zach se vio incapaz de acabar su frase, a causa de la boca invasora que persistía en incluirlo en su juego de besos y caricias. No sin mucho empeño, el rubio apartó al héroe de sí—. Se supone que hacemos la tarea.

Era casi ridículo que él, la clase de chico que prefería un videojuego a un libro estuviera diciendo eso, en lugar de besarse como desaforado con su novio. Pero por esa último detalle es que había llegado a hartarse de oír los reclamos de la profesora Summers, la encargada de aleccionar a los “héroes de apoyo” de tercer año, y tenía el poder de hacer que uno se sienta una cucaracha si no se sabía la lección de memoria.

—También se supone que tú estás saliendo con Magenta—repuso Warren, trasluciendo cierto fastidio al fruncir el ceño.

Magenta. Hace casi un año había roto con ella –más bien, ella con él-, pero para la opinión pública seguían saliendo. La idea de mantener semejante fachada había sido de ella, solamente para alejar el mar de tontos que vivían invitándola a salir. Warren sabía que no había más sentimiento que el de amistad entre ambos, e igualmente no perdía la oportunidad de mostrarse disconforme con la situación. No que le importara el parecer de la gente acerca de su relación, por su parte podían seguir existiendo tanto en la ignorancia como que no-siempre estaba la opción de incinerar a los entrometidos-; lo que no le agradaba es que para salvar el teatro sus encuentros se vieran sumamente limitados, gracias a las múltiples ocasiones en que la chica hacía planes con el rubio para evitar hacer otros con personas indeseables.

—¿Otra vez con eso?—soltó Zach cansado de la misma cantinela, y al instante se arrepintió de abrir la bocaza.

Warren lo miró con el ceño fruncido un segundo y luego, resoplando, se levantó de la cama y recogió la mochila olvidada en el suelo.

—Discúlpame si no me interesa revisar un libro en lugar de aprovechar el tiempo perdido—espetó fríamente, azotando duramente la puerta de la habitación.

El rubio permaneció aturdido por un segundo, y, tras echar una mirada al libro de “Héroes legendarios; sus heroicos orígenes”, siguió el mismo camino del moreno. Cuando llegó hasta la sala de estar, se agarró de la manga de una chaqueta de cuero, justo en el momento en que Warren ponía una mano en el picaporte.

—Lo lamento—replicó Zach rápidamente—. Perdona por lo de antes, ¿sí? No quería hacerte enfadar.

—No me importa tu estúpido arreglo—espetó Warren duramente, sin aplacerse—. Lo único que pedía era una miserable tarde sin interrupciones y parece que a ti te da lo mismo. No sé para qué pierdo mi tiem…—esta vez fue Warren el asaltado por un par de labios.

Vio la expresión entre temerosa y ansiosa de Zach, esperando un empujón de su parte o una bola de fuego, pero todo lo que hizo fue tomarlo de los hombros y alejarlo de sí.

—Explícate.

—Puedo olvidarme de la tarea por hoy—dijo el rubio simplemente—. Incluso la de mañana y pasado mañana.

—Pasado mañana es sábado.

—Sabes a lo que me refiero—espetó Zach, enrojeciendo.

Durante un infinito segundo, Warren le escrutó los ojos calculadoramente. Al cabo, sonrió con malicia.

—Como gustes—replicó, dejando caer la mochila al tiempo que le tomaba de las caderas y lo empujaba paso a paso hacia las escaleras—. Entonces necesitaremos subir de nuevo…

Zach sólo devolvió el gesto un tanto turbado, pero se dejó llevar sin desprenderse del otro.

La pasión de Judas

Fandom: La Biblia.

Claim: Judas/Jesus.

Advertencia: Slash.

Disclaimer: Ningún personaje es mío.

Nota: Desde ya afirmo que no pretendo ni es mi intención ofender ninguna fe, el fic fue escrito por puro entretenimiento y sepan que me esforcé por hacerlo lo más tolerable posible, considerando de quienes se trataba.

La pasión de Judas

Judas apenas recordaba cómo había empezado. La fiebre que en esos últimos días lo había atacado le había impedido mantenerse plenamente consciente de todo cuanto pasaba. Estaban en la pequeña casa de una amable viuda, recuperando fuerzas para continuar con su peregrinaje. Afuera llovía y tronaba furiosamente, lo sabía por el sonido que llegaba a sus oídos y las gotas que se colaban entre el techo de paja, empapando gratamente su frente, ya húmeda a causa del sudor.

Sólo su maestro Jesús se encontraba con él, los otros discípulos cenaban todavía en la otra habitación y sus voces, aunque cercanas, eran difíciles de distinguir. Su maestro se encargaba de voltear el paño en su frente, refrescándolo, y exprimirlo a un lado de la cama de vez en cuando, para a continuación mojarlo en un cuenco del suelo y volver a colocárselo. De a momentos dejaba posar su áspera mano en esa zona, pero no salía de ella el agradable calor que lo envolvió cuando le fue concedida su gracia divina, sólo le transmitía el frío que se adhería a su carne.

Sus pensamientos le eran ocultos en el silencio verbal que llevaba y lo que menos le agradaba era su expresión angustiada, poco común en su semblante normalmente calmado. Quería preguntarle el porqué no le quitaba ese mal abrasador con su toque, pero la falta de saliva y su creciente atontamiento no le permitían formar frases coherentes. Su maestro debió notar sus dudas expresadas en sus ojos, porque en seguida le dedicó una media sonrisa tranquilizadora.

—Lo lamento, querido Judas—le musitó apaciblemente, siendo su voz una manantial que casi adormecía su molestia—. No puedo obrar fuera de la voluntad de mi Padre, ni siquiera para mis propios deseos.

No era la primera vez que lo decía, ni tampoco significaba una novedad para Judas molestarse por ello.

—Aunque hay algo extraño, parece que quisiera otra cosa—susurró el maestro como para sí, quitándole unos cabellos morenos de su frente suavemente y dejando la palma descansar ahí.

El contacto, frío por el ambiente pero vivo, era de cierto modo relajante para el discípulo y deseó que no se moviera, a pesar de que las gotas salpicaban sus parpados y mejillas al deshacerse en esa piel. Jesús lo secó con movimientos distraídos ayudándose de su otra mano y la manga de su ropa, delineando inconscientemente sus facciones, hasta que la yema de sus dedos rozó los finos labios y éstos se abrieron en un suspiro, sobresaltándolo.

A pesar de que Judas había sido criado en el seno de una mujer afectuosa, pocas veces había experimentado semejante sensación de intimidad. Sin embargo, no rechazó la cercanía e incluso le pareció agradable la vacilante caricia alrededor de su boca y luego en su mejilla afiebrada.

Creyó escuchar un tenue murmullo pidiendo que lo perdonara, antes de que la boca de su maestro lo cubriera delicadamente, como si temiera romperlo de otra manera. Era un beso dubitativo, un roce que esperaba alguna oposición de su parte, la más mínima señal de que no deseaba eso y él se apartaría dócilmente. Pero ninguna señal de esas sucedió, en cambio percibió el mentón de Judas alzarse hacia él, al tiempo que los labios pretendían envolver los suyos débilmente.

Lo cierto era que el convaleciente no estaba del todo seguro de lo que estaba haciendo, sólo registraba que había un calor ajeno a su fiebre en ese gesto y no deseaba abandonarlo. Jesús profundizó un poco más el beso ante su aceptación, aún de forma cautelosa, tanteando sus posibilidades, y, al cabo de un rato, él fue el que casi se echó hacia atrás cuando notó una lengua que lo buscaba insistente y una mano luchando por alcanzar su rostro para atraerlo más hacia sí.

A la mañana siguiente, Judas recordaba que había despertado con los rayos del sol dándole en pleno rostro y que se hallaba solo en la habitación. Su fiebre y malestar habían desaparecido por completo.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Tontas teorías

Fandom: Harry Potter.

Claim: Luna/Hermione.

Advertencia: Yuri/Femslash.

Disclaimer: Todo de J.K. Rowling, nada mío.

Tontas teorías

A pesar de que era sumamente evidente ante sus ojos, a Hermione no le gustaba llamar a la gente idiota. Por más que insistiera en buscar por debajo de las escaleras animalitos de nombres impronunciables y llevara extraños amuletos en la cabeza con los que prentendía atraerlos.

Ni aún cuando Luna le preguntaba ingenuamente las cosas más ridículas del mundo, desde por qué había decidido ponerse tal coleta en el cabello o por qué se le encrespaba tanto hasta el punto de parecer una melena de león.

-¿De verdad eso es algo que te interese, Luna?-replicó Hermione una tarde en la biblioteca, luego de haber oído la interrogante mientras intentaba acabar su trabajo para la clase de Trasnformaciones, esforzándose, sin ningún éxito, en no sonar mordaz.

Aunque casi al instante se preguntó para qué se molestaba, si de todos modos Luna jamás lo captaba. O era que estaba tan acostumbrada a que la cortaran así que ya no notaba la diferencia, quién sabe.

-Claro que sí-manifestó Luna sonando confundida, mientras, sin que la invitaran, tomaba asiento al lado de la castaña. Hermione, guardándose un suspiro de resignación, cerró su tintero. Al volver a mirarla, los saltones ojos azules parecían reflexivos-. Nunca he comprendido por qué la gente pregunta cosas para las cuales no quieren respuesta. Las palabras son algo muy valioso, ¿no es cierto? Entonces, ¿para qué malgastarlas de ese modo en lugar de decir las cosas que sí les importan? A mi me interesa saber si conoces la razón por la que tu cabello es así y te lo pregunto.

Parecía que en realidad quería una conversación y, siendo así, Hermione sabía que no había manera de detenerla sin mandarla a volar directamente, y ella nunca se atrevería a hacerlo.

Aunque ganas no le faltaban.

-No lo sé, Luna-respondió cansinamente-. Supongo que es porque mis padres me lo heredaron.

-No estaría tan segura-espetó Luna sin sonar brusca, observando un mechón que le colgaba al frente con expresión analítica. Siéntiendose un tanto nerviosa, Hermione se lo recogió detrás de la oreja fingiendo que no se había dado cuenta-. ¿No has oído murmullos o aplausos de ninguna parte?

Hermione de verdad quería ser paciente con ella, en serio que sí, pero sabiendo una de sus tontas teorías se le vendría encima, ese deseo se veía bastante débil.

-¿Por qué? ¿Porque piensas que alguna criatura que casualmente sólo tú conoces tiene que ver con el modo en que tengo mi cabello desde que nací?

Se hubiera arrepetendido mucho más de su tono brusco, si Luna hubiera hecho el menor gesto que delatara que lo había percibido. En cambio, por un momento lució sorprendida, acrecentando sin saberlo -o dándole lo mismo- su apariencia de lunática.

-No sabía que eras tan buena en Adivinación-comentó impresionada, y Hermione tuvo que hacer un esfuerzo colosal para no girar los ojos-. Creo que el Ichulguer Mangaro puede estar viviendo en tu cuero cabelludo-Luna confundió la mueca incrédula de Hermione, por una preocupada-. No es nada por lo cual temer, a decir verdad. Mi papá dice que no hacen nada a la persona a la cual se adhieren, más que enfatizar ciertas características que de otro modo serían normales.

Hermione recordó sus dientes de conejo, los cuales había cargado durante gran parte de su vida hasta que una maldición mal dirigida había contribuido a reducirlos. Pero desechó el pensamiento rápidamente, negando con la cabeza.

-¿Y se puede saber en qué te basas para no suponer que simplemente es cuestión de genética?-espetó sin poder resistirse, dirigiéndole a la otra una mirada irritada.

-Fácil- contestó Luna encogiéndose de hombros-. Las caracterísiticas que los Inchulguer acentúan siempre es para embellecerlas y pienso que tu pelo es bonito. Más que el de otras chicas con ese mismo estilo encrespado.

Por un momento no supo cómo reaccionar a eso. Por lo general le daba igual el aspecto que tuviese y hace mucho tiempo que había determinado que su cabello era un caso perdido, pero escuchar eso la había descolocado. Muchas bocas se habían quedado abiertas en el baile del año pasado, cuando apareció usando aquélla poción alisadora, y al día siguiente no había escuchado más que "te quedaba mejor antes" a su alrededor. Nadie le había dicho cómo se veía al natural, menos que se veía... bien.

Una patada mental y Hermione se percató de que las mejillas de Luna estaban sonrosadas -igual que las suyas, pensó azorada-, mientras en sus dedos giraba un mechón suyo. Tuvo el impulso de retirarse de esa cercanía, alejarse de esa Luna que seguía aproximándose con lentitud, como si fuera una planta con la que mejor tener cuidado; pero no pudo moverse. Su rostro le quemaba y sólo podía mirar la manera en que la rubia parecía ensimismarse en su cabello. Con extrañeza, se percató de que tenía unas pocas pecas alrededor de la nariz y que uno no podía notarlas a mayor distancia que esa.

-Sí, sin duda es cosa de ellos-dijo casi sin aliento, y, tras un parpadeo, dio la impresión de que finalmente se daba cuenta de la invasión al espacio personal y se apartó-. Disculpa, sólo quería comprobar si era suave- A Hermione se le hacía difícil creer que alguien pudiera decir tales frases con semejante naturalidad, a sabiendas de su tenue rubor-. Te sugiero lavarlo con shampoo de manzanas y mango. No hará que se vayan, pero evitará que exageren y la gente te mire más de lo necesario.

Entonces, sonriendo amablemente, la muchacha se levantó del asiento y se retiró del recinto sin esperar respuesta. Hermione parpadeó aturdida en su sitio, el sonrojo llevándola a pensar que hacía demasiado calor en esa biblioteca.

martes, 26 de agosto de 2008

El último adiós

Fandom: Harry Potter.

Claim: Salazar/Helga.

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece, todos son de J.K Rowling y quien le haya comprado los derechos.

Nota: Mil gracias a y0misma por el beteo y a Luna por su sugerencia de los guiones.

El último adiós

Cuando Salazar acaba de ordenar sus ropas -la mayor parte elegantes capas de terciopelo-, en su gran morral. Recorre con la vista la habitación, aquella en la que ha vivido durante más tiempo del que puede recordar -lo cual es extraño y desconcertante, porque siempre ha presumido de poseer una excelente memoria- , preguntándose si no es mejor llevarse esa espada que Godric le ha dado de uno de sus viajes al sur o ese libro de artes curativas de Rowena, ambos posados tranquilamente sobre su cama tendida para pensar en esa cuestión con calma. Es algo que se tiene que pensar detenidamente, si quiere cargar con recuerdos de la vida que tuvo en Hogwarts y la convivencia con los magos que ayudaron a contruirlo -recordar que ayudó a construirlo.

Al final bufa molesto consigo mismo. ¿Y a qué vienen esas estúpidas reflexiones? Mejor irse sin más de lo que siempre fue suyo o consiguió por su propia mano. Revisa fugazmente su equipaje; lleva un puñal encantado, capaz de encontrar el graznate de cualquier asaltante aun en la oscuridad; su varita, infinitamente útil para casi cualquier cosa, y lo que le fuera necesario en caso de que tener que hacer pociones. Sumado a la ropa y unas botas, determina que está listo. Amarra el nudo del bolso con una tira de cuero y se la carga al hombro, la vista al suelo para evitar contemplar el cuarto. Pero cuando se voltea hacia la entrada, descubre que ésta ya está bloqueada por una figura blanquecina.

Un par de ojos azules que lo miran angustiados, la mirada de un cielo en calma sobre el cual se avecina la tormenta. Los rizos dorados están desordenados mientras caen sobre los hombros delicados y rozan las redondeadas mejillas, como la caricia de una mano invisible. Una mano que en incontables veces ha sido la suya, para ahora reducirse a la imaginación. Por un momento parece que no quiere hablar, pero entonces reúne todas sus fuerzas en alzar su voz en algo que no suena más que un murmullo.

-Ya es definitivo, ¿no es cierto?-inquiere aunque es evidente que sobran las confirmaciones. Ha visto que el armario de Salazar está vacío y es Godric el aventurero, el hombre que debe acomodar y reacomodar sus pertenencias constantemente, no él. Slytherin nunca ha visto emocionante abandonar su madriguera, desplegarse lejos del sitio donde se siente en su hogar. En parte lo aprecia gracias a eso, porque le tranquilizaba la certeza de que no desaparecería al día siguiente.

A menos que ése ya no fuera su hogar.

-Deberías estar en la enfermería -responde él sin sonar frío-. Estás demasiado débil para andar paseando por ahí.

Salazar ya sabe que es inútil disuadirla. El camino entre su habitación y la enfermería es bastante largo, Helga ya ha empleado mucha obstinación para recorrerlo sola y ella no es la clase de persona que se esfuerza en trabajos para luego dejarlos de lado. Desde hace semanas que la bruja no está en su mejor estado, teniendo disminuciones repentinas de magia y desmayos súbitos, gracias a su rotunda negativa de emplear otras personas para probar sus pociones experimentales. Las plantas en las que ha volcado unas gotas de su caldero han florecido majestuosamente, liberando fragancias exquisitas que alientan a cualquier nariz a buscarlas, pero evidentemente el resultado no es el mismo si se trata de humanos. Siendo justos y sinceros, no ha sido totalmente su culpa, ella no ha tenido manera de saber que era alérgica a ciertas combinaciones de hierbas hasta que las probó.

Un largo tiempo de reposo y una cuidadosa dieta la repondrá, sólo es cuestión de paciencia. Pero a nadie le gustan las despedidas pacientes, que se alarguen más y más hasta que todo se vuelva una tortura.

-Ni siquiera ibas a despedirte-acusa ella suavemente, tan cándida como un sol de un día nublado, apoyándose sobre el marco de la puerta- y eso no te importa.

Salazar no puede evitar pensar que es hermosa, ahí plantada, llevando un fino camisón que sólo debeía ser mostrado dentro de la habitación, los pies sonrosados asomando por el borde de la tela y los pechos alzándose como en su primera primavera. No es una damisela joven, pero no tiene nada que envidiarle a ninguna, sino al contrario.

Y sin embargo, agrega mentalmente, también posee la estupidez de una niña.

-¿De qué habría servido?-espeta empleando ese tono práctico que usa para decirle a Godric que su plan es una tontería-. Ya estás aquí de todos modos.

Lo cual ha querido evitar, porque no quiere afrentar semejante situación. ¿De qué valen las palabras cuando el resultado es el mismo? ¿Qué puede importar decirle lo mucho que había disfrutado cada beso dado a luz de la luna, poseer su cuerpo y oír sus risas alegres, su expresión somnolienta de perfecta calma, si al final él iba a alejarse de esos placeres?

En ocasiones, no logra reaccionar ante esa bruja infantil y amable, siempre dispuesta a sonreír abiertamente, jamás de medio lado o con sarcasmo, y llorar sin la menor vergüenza. Y por eso es le inquieta más su actitud de ahora, pues es la primera vez que la ve sufrir sin lágrimas.

¿Cuántas veces has imaginado esto para que ahora sólo te resignaras, Helga? ¿Hace meses atrás, cuando finalmente quedamos en común acuerdo en que era tiempo de abrir el colegio y quedó de manifiesto que no concordábamos en nuestros estándares para los alumnos? ¿Luego de la primera discusión a gritos, luego de la segunda, en la que poco faltó para que Godric me destrozara a golpes enfurecidos?

Es casi irónico que ella sea la única que lo busque llevando una mirada suplicante, ya que su mayor iniciativa es la educación mágica para todo aquel que la quisiera. Debe ser la que más lo desprecie, debe ser reprobación lo que encuentre en su rostro, en lugar de una pena largamente cargada.

-¿Ya tienes adónde ir?

Ahora sí, un brillo acuoso apareciendo en sus ojos. Ya era hora.

Haperdido demasiado tiempo, primero pensando en los presentes que al final es evidente no llevará y ahora en una conversación que no tiene ningún sentido. Salazar se adelanta unos pasos, hasta casi tocar la nariz de la bruja, pero ésta se mueve a un lado suavemente, sin mirarle. Aun así, sin oposición para moverse, él se queda ahí contemplando su cabeza gacha. Parada y firme, su mirada no sobrepasaba sus hombros, para besarle suele agarrarlo de ellos para obligarle a bajar a su estatura y adelanta los labios para atrapar los suyos impulsivamente.

Es imposible no mirarla, imposible hacerlo y no querer probar la suavidad de su cabello. Incluso para Salazar, es imposible no tomar suavemente de su mentón e impulsarla -no obligarla, sería un crimen obligar a una flor a ver el cielo oscuro- a observarle directamente.

-Lo lamento- ¿Pero qué lamentaba? ¿Que ninguno escuche sus propuestas acerca de la selección de los alumnos? ¿Que ella se escandalice por la mera idea de negar el acceso a magos sólo por no ser sangres puras? ¿Por qué ha dicho algo tan tonto y sólo puede pensar en que detesta verla llorar?

¿A quién pretendes engañar con tus dudas? Sabes perfectamente por qué.

Pero Helga, con toda su luz y delicados hilillos salados resbalando por su rostro, a veces es más inteligente que Rowena. Y únicamente cuando responde, sonriendo débilmente, entiende que estará bien.

-Yo también.

Entonces no es la serpiente la que se aleja, la que camina con pasos tambaleante e inseguros por el pasillo sin mirar atrás, en dirección a la enfermería.

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